Pasados los años, los pleitos y las arrugas… la pasión se tornó en obstinación, la obstinación se volvió testarudez y la testarudez se convirtió en una horrible terquedad. Lo odié, lo odié tanto que la llegué a odiar a ella también. La odié lo suficiente para dejarla sin avisarle, para hacer mis maletas y jamás regresar.
De ella no supe más… y de mí, de lo que me llevé sin poder evitarlo, sólo queda esta punzante vena que me obliga a siempre rebatir cualquier comentario, cualquier idea; este punzante impulso de nunca dejar que nadie más que yo tenga la razón. Y lo odio, lo odio tanto como la odio a ella.
-R. Blancas
3 comentarios:
uffff, muy chido!!! me identifiqué
muchos abrazos ;)
woow jaja...está super chido! me encantan esos cuentos "mini" que son a veces mejores que libros de 100 pags.!
besos
Me sonrojo aunque mi color de piel no lo permita tanto xD
Gracias a las dos!!!
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