lunes, 5 de marzo de 2012

CH-CH-CH-CH-CHANGES

No tenía idea de cuan abandonado tenía este blog. Pasé todo el día editando un libro de administración (o algo así), aburrido a morir y sólo esperaba que diera la noche para poder dormir. Y bueno, hasta la madrugada me cayó y ahora me dio insomnio. Esa clase de insomnio que no te permite trabajar pero te tiene como idiota viendo a la nada. Así que mejor aprovechar este lapsus de cosa rara para escribir.
Más de seis meses pasaron de esa entrada en la que me quejaba de mi inconstancia. Y bueno, no sé de dónde saqué la disciplina, pero logré conseguir todas las metas que me propuse desde hace un par de años. Claro, mucho tuvo que ver ese hombre al que amo, que nunca perdió la fe en mí y que siempre supo qué decir cada que quería tirar la toalla. No puedo hacer el anuncio oficial aún, pero es casi seguro que este año me iré a vivir a Estados Unidos a estudiar un doctorado. Por fin seré independiente, un adulto vacunado y responsable que tratará de malabarear mil chambas y obligaciones con el intento de encontrarse a sí mismo y de tener una vida social, claro está. Yupie! Yay?
No sé, pareciera que justo cuando la vida te da lo que querías, de pronto la realidad se vuelve abrumadora. Es más fácil tirarse a lloriquear porque algo salió mal que de hecho afrontar tus sueños materializados. No me estoy quejando de haber triunfado, no, digo… eso sería estúpido, ¿no? ¿NO? Bueno, lo que sucede es que los cambios son difíciles de afrontar y tomar las riendas de mi vida me resulta tan emocionante como aterrador.
Mientras estudiaba matemáticas para ese maldito GRE, no dejaba de cantar en mi cabeza las sabias palabras de Mick Jagger “you can’t always get what you want… but if you try sometimes you might find… you get what you need”. Pensaba que todos esos intentos fallidos, todo el esfuerzo, toda mi paciencia por fin debían ser recompensados. La vida no siempre te da lo que quieres, ahora yo me pregunto si me dio lo que en verdad necesitaba. Ya no puedo cuestionar más mis decisiones ni mis motivaciones porque me volvería más loca de lo que ya estoy, pero sí tengo esta cosquilla en la cabeza, esa estela de miedo en el pecho que me hace dudar de todo y de todos. Sé que es probable que todo sea una reacción normal ante esa horrible situación de crecer, cambiar, pero eso no lo hace más fácil de asimilar.
Tal vez me duelen las personas que dejaré atrás, los lugares que ya no veré a diario, la vida que no volverá a ser como la conozco hasta ahora. Tal vez me siento tan niña que me da pánico saber que en unos meses tendré que ser responsable por todo lo que pasa en mi vida. Tal vez es mi clásico auto sabotaje porque el éxito siempre me ha sacado ronchas. Tal vez… sólo me gusta quejarme y lloriquear porque así soy yo.
Lo que sea que sea, ya me tocará averiguarlo en el camino. Mientras tanto, me toca aprovechar estos meses, ignorar la nostalgia, disfrutar todo esto que sólo quedará en las páginas de mis diarios, en las fotos de mi pared. Y bueno, a quejarse menos y a vivir más, que esto de la vida es una lenteja: o la tomas o la dejas.