Las palabras eran su arma letal, podía desarmar a cualquiera con sólo una oración; aun sin conocer al oponente, sabía exactamente qué palabras podrían atravesar la piel como una espada. Pero ¿de qué le servía semejante poder ahora? Ahora que temblaba como niño asustado y que ni una sola palabra podría defenderla de ese inevitable conjuro. Él no dijo nada, una sola mirada atravesó su pecho y le quitó el aliento. Sin verbos ni sujetos ni conjunciones ni complementos, él acertó y se fue. Su piel brillaba como la luna y sólo esperaba que aquel rojo carmín que recorría su vientre no tardara mucho en definir su punto final.
Roxana Blancas
Esta minificción se me atravesó sin ninguna fotografía, pero de alguna manera va hilada en este ciclo de relatos cortos. ¿Minificciones o cuentos cortos? Las nomenclaturas me dan dolores de cabeza, quizás empecé a llamarles minificciones por el concurso al que me metí de Alberto Chimal. Lo cierto es que me gusta la brevedad. Entre menos palabras para mí es mejor. Tal vez incursione en las microficciones. Y que conste que no me gusta esto por la economía del lenguaje, simplemente me parece fascinante el reto de describir el mundo en pocas palabras.
En fin...