…lo sé. De sobra lo sé. No hay salida. No hay opciones. Sé demasiado. Ellos saben que lo sé. No hay más que esperar, seguir vigilando, seguir alerta, seguir mirando por este pequeño hueco en la ventana.
Debí suponer que no podía confiar en ella, que me entregaría. Debí haberlo hecho todo diferente. Debí, lo sé, pero no pude callármelo.
Una vez que se sabe demasiado no hay más que dos caminos: olvidarlo o fingir que se olvida. Yo no supe elegir, me quedé con demasiado en el intento de olvido. Ahora todo se resolverá de la única manera en que Ellos resuelven las cosas.
Hace meses que no salgo de aquí. Hace semanas que no dejo que nadie entre; sólo a ella la dejaba, pero hace días que ella dejó de venir.
Una vez que le tuve suficiente confianza decidí ser honesto, decidí hacerle saber que yo no era lo que le había hecho creer y que guardaba secretos muy peligrosos. Al principio me lo tomó a broma, pensó que intentaba hacerme el interesante. Tiempo después, cuando se dio cuenta de que hablaba en serio, comenzó a cambiar, a verme diferente… ahí supe que había cometido un grave error. Ignoró el asunto lo que más que pudo, pero ya que la había hecho cómplice, tuve que hacerla conciente del peligro que corría y le pedí que tuviera cuidado, que no confiara en nadie.
Cuando la radio comenzó a servirles de medio para mandarme advertencias supe que las cosas estaban a punto de salirse de control. La televisión y sus comerciales se volvieron otro ataque. Ellos me conocían lo suficiente para saber cómo mandarme esos mensajes que sólo yo entendería… por eso no le dije nada a ella; pero cuando me deshice de todos los electrónicos de mi casa comenzó a llamarme loco. ¿Loco?, ¿era tan difícil de entender que sólo intentaba salvarnos?
Tiempo después salir a la calle también se volvió peligroso. Ellos estaban en todos lados: vigilándome, anotando cada moviendo, observando mis debilidades, atentos a lo que decía y dejaba de decir. Me di cuenta de que muchos de mis amigos empezaban a tratarme diferente, no sé si Ellos lograron convencerlos, pero ya no podía confiar. Entonces dejé de hablarle a las personas, dejé de salir a la calle. Después sólo ella me visitaba, sólo ella y con condición de no traer ni bolsa ni abrigo.
Sé que estaba muy preocupada por mí, pero yo lo estaba más por ella; su obstinación a no hacer lo que le pedía la estaba poniendo en un lugar muy peligroso, quizá más peligroso que el mío. Un día comenzó a sugerirme visitar a un médico, a un psicólogo quizá. Cuando dijo psicólogo comenzó a llorar, y en verdad que yo no entendía por qué me sugería esas cosas, comencé a preocuparme más por ella; ahí entendí que jamás podría hacerla entender que los secretos que le había conferido habían cambiado su vida para siempre.
La última vez que la vi fue la más perturbadora. Intentó convencerme de acompañarla a una clínica donde me ayudarían, donde me atenderían y me harían regresar a ser “normal”. ¿Normal?, pregunté yo, ¿qué es normal? Y ella se quedó callada por unos minutos, después empezó a llorar como desesperada y comenzó a gritarme que había perdido la cabeza, que estaba totalmente loco y decidió truncar el perfecto orden de mi sistema, arrancando el aluminio y el papel que tenía en las ventanas para evitar que pudieran interferir en mi departamento. “Loco” me gritaba, y no se daba cuenta de que la que estaba actuando como una verdadera loca era ella. Cuando se calmó un poco me miró con esos ojos de quien reza un “hasta nunca” sin mover los labios. Cerró la puerta detrás de ella y no regresó. No regresó porque fue a delatarme, lo sé muy bien, no hacía falta que me lo dijera. Esas absurdas sugerencias lo gritaban entrelíneas. Ellos la habían convencido.
No puedo decir que estoy decepcionado del todo. Debo admitir que una parte de mí siempre supo que no podía confiar en ella, pero que al hacerla mi cómplice, ella me liberaría de toda esta preocupación por desconocer cuando llegaría el inminente final. Y ahora lo sé, lo sé muy bien. Ya sé que Ellos llegarán en cualquier momento y todo esto se acabará. Por eso sigo esperando en la oscuridad protectora, esperando a que Ellos vengan y terminen con todo.
Roxana Blancas
9 comentarios:
Que lucida ficción :) es como sentir la paranoia en carne propia. Oficialmente soy tu blogfan XD ya era hora.
Te kiero <3
Ya escribe el guion para tu peli. El traler iria algo asi...
"Nunca te sientas solo. Nunca creas que nadie sabe lo que piensas. Estan........
ELLOS
"
Jajaja... mi guión. Sería muy ambicioso hacerle una película a mi cuento xD
eeee qué bueno que escribiste!!! está muy chido, queremos más!!! un suspenso muy chido, neta me gustó... saludines y abrazos ;)
Jajaja, pronto habrá más, Ana, ando en mi brecha inspiracional... sólo espero no decepcionar a mis pocos pero asiduos lectores xD
Muy bien señorita, nos seguimos engañando, ¿te a puesto a que puedes ser cualquer personaje de la literatura?, ¿escogerías a un loco, uno como el de tu cuento?, y o sí, me agrado mucho, que envidia, naca.
saludos
te dejamos el blog del colectivo
www.e3colectivo.blogspot.com
El otro dia, sentado en mi sillón, sentí una mirada que me causaba comezón en la nuca; era como si hubiese un ojo parpadeando detrás de mí, y al rascarme lo tallara. Inmediatamente pensé que eran Ellos, pero mi fritez no me permitió hacerle caso a esa idea, por lo que mejor decidí pensar que me estaba tallando el ojo de la nuca.
Saludos diva hermosa!
Jajaja... Ro Divo de mis amores! Es lo más normal eso de rascarse el ojo de la nuca, yo lo hago todo el tiempo. Aunque... no dedos que en una de esas sean Ellos los que observan.
Besos, Divo fermoso!
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