viernes, 7 de diciembre de 2012

LOS CAMINOS DE LA VIDA

En medio de la preparación de mis ensayos finales para este trimestre, me reencuentro con mi pobre y abandonado blog. Aparte del insomnio, se vuelve costumbre venir aquí en momentos de crisis o epifanías, en momentos de ocio o de evasión completa de mis responsabilidades. Esta vez es una mezcla de epifanía con evasión de trabajo.


Después de casi tres meses de pura novedad (nueva universidad, nuevos amigos, nueva casa, nuevas responsabilidades, nuevos dolores de cabeza, nuevas clases, nuevos miedos, nuevas perspectivas…) no había tenido tiempo de pensar con detenimiento en mis quejas y dudas sobre este camino que había elegido. No sólo el de hacer un posgrado en otro país, sino el de intentar hacerme canchita en este complicado mundo de la Academia (con mayúscula porque es toda una doña). Y como hace un par de días nos preguntaron sobre nuestras razones para haber elegido esta carrera, me quedé pensando en lo que significa elegir. Puedo dar una lista infinita de razones para justificar el haber elegido este camino con el que casi siempre he tenido una relación de amor-odio. Pero creo que muchas veces no elegimos el camino, él nos elige a nosotros. Por primera vez en 26 años siento que estoy en el lugar que deseaba, quería y necesitaba. Extraño todos los días, muero con las cargas de trabajo excesivas y el estrés por la falta de destreza para distribuir el tiempo, pero… nunca había disfrutado tanto de lo que hago (por contradictorio que pueda sonar). Así que entre más lo pienso, al ver en retrospectiva, al repasar todos esos intentos por cambiar de rumbo, me doy cuenta de que todos esos callejones me llevaban de regreso al mismo camino que ya había decidido que yo era suya. Le renegué muchos años, le lloré otros cuantos, pero me ha enseñado tanto que ahora no puedo más que reconciliarme con él, porque al fin estamos viendo hacia el mismo rumbo.

No sé si esta satisfacción es momentánea; no sé si volveré a cambiar de opinión después de unos trimestres más; no sé qué va a pasar conmigo al terminar el posgrado; no sé si tengo un futuro prometedor con esa doña de mayúscula prominente; no sé si los jirones de esta vida me van a cambiar los planes de un día a otro. No sé muchas cosas y me gusta no saberlas. Porque me gusta aquí, ahora.

Bienaventurados los que no elegimos nuestro camino, porque la dicha de haber sido elegidos por él, a pesar de los tropiezos, no tiene comparación.