Después de casi tres meses de pura novedad (nueva
universidad, nuevos amigos, nueva casa, nuevas responsabilidades, nuevos
dolores de cabeza, nuevas clases, nuevos miedos, nuevas perspectivas…) no había
tenido tiempo de pensar con detenimiento en mis quejas y dudas sobre este
camino que había elegido. No sólo el de hacer un posgrado en otro país, sino el
de intentar hacerme canchita en este complicado mundo de la Academia (con
mayúscula porque es toda una doña). Y como hace un par de días nos preguntaron
sobre nuestras razones para haber elegido esta carrera, me quedé pensando en lo
que significa elegir. Puedo dar una lista infinita de razones para justificar
el haber elegido este camino con el que casi siempre he tenido una relación de
amor-odio. Pero creo que muchas veces no elegimos el camino, él nos elige a
nosotros. Por primera vez en 26 años siento que estoy en el lugar que deseaba,
quería y necesitaba. Extraño todos los días, muero con las cargas de trabajo
excesivas y el estrés por la falta de destreza para distribuir el tiempo, pero…
nunca había disfrutado tanto de lo que hago (por contradictorio que pueda
sonar). Así que entre más lo pienso, al ver en retrospectiva, al repasar todos
esos intentos por cambiar de rumbo, me doy cuenta de que todos esos callejones
me llevaban de regreso al mismo camino que ya había decidido que yo era suya.
Le renegué muchos años, le lloré otros cuantos, pero me ha enseñado tanto que
ahora no puedo más que reconciliarme con él, porque al fin estamos viendo hacia
el mismo rumbo.
No sé si esta satisfacción es momentánea; no sé si volveré a
cambiar de opinión después de unos trimestres más; no sé qué va a pasar conmigo
al terminar el posgrado; no sé si tengo un futuro prometedor con esa doña de
mayúscula prominente; no sé si los jirones de esta vida me van a cambiar los
planes de un día a otro. No sé muchas cosas y me gusta no saberlas. Porque me
gusta aquí, ahora.
Bienaventurados los que no elegimos nuestro camino, porque la
dicha de haber sido elegidos por él, a pesar de los tropiezos, no tiene
comparación.