Para mi musa de sonrisa encantadora
Él quería
demostrar lo poco que le importaba. Se detuvo frente a la inmensa nada y
descargó aquel insoportable peso. Cuentan las leyendas que tardó seis días; en
realidad sólo hizo falta un segundo de ira e impotencia. Se creó un universo de
cosas, animales y personas que nunca dejarían de admirarlo y adorarlo. Pero la
distracción le duró poco, el dolor seguía palpitando en su pecho. Pocos días
después abandonó su creación.
Ahora se dice
que, en el tercer planeta de algún sistema solar, aquellos que surgieron de su
desesperación buscan consuelo al venerar su ausencia. Pero a él no puede
importarle menos, él sigue buscando la atención de aquella dama de ojos negros
que, de un día para otro, dijo que ya no lo amaba.
Roxana Blancas