Pues creo que ya debería estar acostumbrada a la derrota. Grandes, pequeñas, catastróficas, insignificantes... name it, I own them. Esta vez ni siquiera tenía expectativas, ni siquiera se trataba de algo grande o muy significativo, sin embargo, la punzada no deja de doblegarme el espíritu un poco. Yo pensaría que con tantos fracasos ya estaría acostumbrada, pero uno no deja de esperar (aunque sea en secreto) que tal vez la siguiente sea la buena.
En fin, esta eterna loser se confortara dejando aquí su minificción perdedora del concurso #66 de Alberto Chimal. Él explica que: "En esta ocasión hubo numerosos textos metaficcionales: que no sólo se referían a la foto, sino que comentaban el hecho de escribir a partir de la foto. El problema con textos así es que, en general, terminan por depender de la foto y se convierten en una explicación o pie de página de ella". A mí se me clavó la idea de mi antiguo proyecto sobre escribir los cuentos a partir de las fotos y en él la dependencia del texto a la imagen y viceversa era esencial. Tal vez por eso no logré captar la esencia del concurso. En fin, al mundo no le gustó mi relato, pero a mí sí, al final ese es el chiste de todo esto, ¿no? ¿NO? Bueno...
Sabías que la espera podría prolongarse como suelen hacerlo esas horas en las que lo anhelado se esfuma. Pero ¿quién podría culparte? Sólo necesitabas sentir su aliento en tu cuello una vez más, ver su rostro entre tus piernas dibujando un deseo que se piensa pero que jamás… jamás se dice. Y lo que dicen por aquí es que eres la caricatura de una noche frustrada, los tacones gastados que habrán de colgarse al lado de la cama en la espera de que la siguiente noche sea diferente. Al final, ellos qué saben, tal vez la siguiente persona que cruce la puerta se atreva a encontrarte detrás de todo ese rojo carmín y decida quedarse…
Roxana Blancas